Un llamado a la Iglesia: Ser el puente que alimenta al hambriento en Uruguay
«Porque tuve hambre, y me disteis de comer…»
El llamado de Jesús en Mateo 25 resuena hoy con más fuerza que nunca. En un mundo donde, según la FAO, el 14% de los alimentos producidos se desperdicia, nuestra nación ha dado un paso providencial. La reciente reglamentación de la ley de donación de alimentos en Uruguay no es solo una política social o ambiental; es una puerta abierta por Dios para que la Iglesia sea, de manera formal y efectiva, las manos y los pies de Cristo para los más necesitados.
Una oportunidad para cumplir la Gran Comisión.
Esta nueva ley declara de interés general la donación de alimentos a título gratuito, con el fin de reducir la inseguridad alimentaria en los sectores más vulnerables. Ha sido un esfuerzo continuo a lo largo de los últimos tres gobiernos, y ahora nos presenta una herramienta poderosa para ejercer el ministerio de la compasión.
La normativa crea una figura clave: el «sujeto intermediario». Estos son, en esencia, bancos de alimentos sin fines de lucro encargados de recibir las donaciones y distribuirlas entre la población vulnerable. ¿No es esta la descripción de lo que la iglesia ha anhelado hacer desde siempre? Esta ley nos da un marco legal para organizar y potenciar la ayuda que ofrecemos.
Dignidad, no sobras: El corazón de la ley.
Es fundamental entender que esta iniciativa no se trata de repartir «alimentos de segunda». La ley es muy clara: solo se pueden donar alimentos que son totalmente aptos para el consumo humano y que cumplen con todas las normativas bromatológicas vigentes. Son productos de primera calidad que, por razones comerciales, no llegan al mercado. Al participar, la iglesia no solo entrega alimento, sino que también afirma la dignidad de cada persona como creación de Dios.
Además, el decreto prohíbe el enterramiento de alimentos aptos para el consumo, reforzando el principio bíblico de la mayordomía: cuidar y aprovechar los recursos que Dios nos ha dado.
¿Cómo puede mi iglesia ser un centro de bendición?
¿Cómo puede mi iglesia ser un centro de bendición?
1. Estar inscripto en la DGI: La iglesia debe tener su registro en el Registro Único Tributario.
2. Cumplir con las normas de bromatología: Es necesario garantizar que los alimentos se manejen de forma segura.
3. Contar con un responsable capacitado: Se debe designar a una persona con carnet vigente de manipulador de alimentos.
Es crucial recordar que los alimentos donados no pueden ser comercializados bajo ningún concepto. Nuestro servicio debe ser un reflejo del amor gratuito de Dios.
Un puente entre la abundancia y la necesidad.
Esta ley también facilita la colaboración con el sector privado. Las empresas donantes (desde productores hasta comercios) reciben importantes beneficios fiscales, como la deducción de IVA, IMESI y IRAE. Esto significa que, como iglesia, no estamos simplemente pidiendo una ayuda, sino que estamos invitando a las empresas a participar en un sistema de bendición mutua, donde ellas también son recompensadas por su generosidad.
El momento de prepararse es ahora.
Aunque la ley ya es aplicable, aún está pendiente la creación de un registro oficial de intermediarios en el Ministerio de Ambiente. Este es el tiempo que Dios nos da para prepararnos: para orar, para organizar nuestros equipos de voluntarios, para capacitar a un hermano o hermana en manipulación de alimentos y para asegurarnos de que nuestra documentación esté en orden.
Que el Señor nos encuentre listos para responder a este llamado y ser un faro de esperanza en nuestras comunidades.
