Dice así:
«Si alguien entre ustedes es sabio y entendido, que lo demuestre con su buena conducta y con la humildad que le da la verdadera sabiduría.»
Qué contraste, ¿verdad? Santiago no nos dice que la sabiduría se demuestra con grandes discursos o con el número de libros que hemos leído. No. Nos dice que la verdadera sabiduría se ve en dos cosas: nuestra buena conducta y nuestra humildad.
Pensemos en esto por un momento. La buena conducta no es solo no hacer cosas malas. Va más allá. Es un reflejo de nuestro carácter, de cómo tratamos a los demás, de la paciencia que tenemos, de la bondad que mostramos. Es la evidencia de que lo que creemos y lo que decimos se alinea con lo que hacemos.
Y la humildad. ¡Ah, la humildad! En un mundo que nos enseña a ser los primeros, a destacar y a presumir de nuestros logros, la humildad es contracultural. Es reconocer que no lo sabemos todo, que necesitamos a Dios y que también necesitamos a los demás. Es la capacidad de escuchar sin juzgar, de servir sin esperar nada a cambio y de admitir cuando nos equivocamos.
La sabiduría del mundo puede ser ruidosa y arrogante. Puede buscar su propia gloria. Pero la sabiduría que viene de Dios, la que Santiago describe, es serena y productiva. Se manifiesta en acciones. ¿Te has dado cuenta? En lugar de levantar la voz en una discusión, la sabiduría te impulsa a escuchar. En lugar de criticar a alguien, la sabiduría te lleva a ofrecer ayuda. En lugar de centrarte en tus propios méritos, te invita a celebrar los de los demás.
Así que hoy, te invito a hacer un pequeño examen de conciencia. Pregúntate: ¿Mi vida es un reflejo de la sabiduría que viene de arriba? ¿Mi forma de actuar, mis decisiones, mi manera de relacionarme con mi familia, con mis amigos, con mis compañeros de trabajo, demuestran la buena conducta y la humildad de las que habla Santiago?
No se trata de ser perfectos. Se trata de ser genuinos. Se trata de permitir que el Espíritu Santo trabaje en nosotros para que nuestra vida sea un testimonio vivo de esa sabiduría celestial.
Así que, que este día sea un día bendecido, no solo por lo que recibimos, sino por la forma en que lo vivimos. Que cada paso que demos, cada palabra que digamos y cada decisión que tomemos, demuestre la humildad y la buena conducta que nos da la verdadera sabiduría.
Gracias por acompañarme hoy. Te espero en el próximo episodio de Otro Día Bendecido