La Raíz del Árbol: ¿Por Qué Defender el «Buen Padre de Familia»?
El derecho, como espejo de la sociedad, se adapta y evoluciona. En Uruguay, un reciente proyecto de ley busca eliminar la expresión «buen padre de familia» del Código Civil, reemplazándola por «persona media, prudente y cuidadosa». Si bien la intención declarada es modernizar el lenguaje y eliminar lo que se considera arcaico, para muchos que sostenemos los valores cristianos y de familia, esta propuesta va más allá de un simple cambio de palabras: es un ataque a un pilar fundamental de nuestra identidad y fe.
Un Ideal que Refleja la Verdad.
El concepto de «buen padre de familia» no es solo un vestigio legal del siglo XIX. Es, en su esencia, la representación de un ideal. Representa a la figura del padre como protector, proveedor y guía, alguien que asume la responsabilidad de su hogar con diligencia y sabiduría. Este ideal no es una creación humana reciente; tiene raíces profundas en la fe cristiana y en el modelo que el mismo Dios nos da. En la Biblia, Dios se revela como Padre, un ser de autoridad amorosa y cuidado incondicional, que no solo provee, sino que también establece un orden y protege a sus hijos.
Cuando un Código Civil usa este término, no está promoviendo la tiranía, sino estableciendo un estándar moral y ético elevado. Está recordándole al hombre que su rol es sagrado, que su responsabilidad va más allá de lo económico y se extiende a la protección y el bienestar integral de su familia. Es un llamado a la acción y a la excelencia, no una invitación al despotismo.
La Peligrosa Neutralidad del Lenguaje.
El término propuesto para reemplazarlo, «persona media, prudente y cuidadosa», parece neutral y moderno. Sin embargo, en esta neutralidad reside un peligro. La palabra «media» sugiere mediocridad, un estándar genérico sin un ideal inspirador. En un mundo donde la figura del padre ya es cuestionada y, en ocasiones, devaluada, necesitamos ideales que nos eleven, no conceptos que nos igualen a una «media».
Esta propuesta es un ejemplo de cómo ciertas ideologías, bajo el disfraz de la «perspectiva de género», buscan deconstruir los roles divinamente establecidos para el hombre y la mujer. No se trata de una simple cuestión de equidad, sino de la dilución de la identidad. El rol del padre es irremplazable, único y complementario al de la madre. Eliminar el término es un paso más para desdibujar estas diferencias esenciales.
Defender el Rol, Defender la Familia.
Los cristianos estamos llamados a defender los valores que sostienen la familia como la institución fundamental de la sociedad. La figura del padre, su liderazgo y su protección, son vitales para la formación de niños sanos y una sociedad robusta. La fortaleza de un país no se mide solo por sus leyes, sino por la solidez de sus familias.
En lugar de eliminar un término con un significado tan profundo, deberíamos reafirmarlo y animar a los hombres a abrazar su rol con la dignidad y el amor que este exige. Si hay abusos, la respuesta no es anular el ideal, sino castigar a los que lo traicionan. Oremos para que nuestros legisladores tengan la sabiduría de ver más allá de las tendencias ideológicas y reconozcan el valor intrínseco de la figura del «buen padre de familia».
