«Key Lewis: De la Carencia en Colón a un Propósito Global – La Verdadera Esencia de una Vida con Dios
Una Voz que Confronte y Despierta
En un mundo saturado de ruido y búsquedas superficiales, emerge la figura de la Pastora Key Lewis, una voz panameña que, con una elocuencia directa y particular, confronta y despierta. Desde sus humildes inicios en las calles de Colón hasta convertirse en una Apóstol con influencia global, su testimonio es un poderoso recordatorio de que la verdadera plenitud reside en una relación personal con Dios y el descubrimiento del propósito divino. Esta entrevista nos sumerge en las profundidades de su viaje, ofreciendo una perspectiva fresca sobre la fe, el matrimonio, la prosperidad y el impacto que una vida entregada puede generar.
El Camino de Key Lewis: De la Carencia al Propósito
Key Lewis, nacida en «calle 8, Avenida Bolívar y Herrera» en Colón, relata una infancia marcada por la carencia. Vivió en una «casa condenada» con «45 familias» compartiendo un solo baño. Recuerda tener que bañarse con jabón público y usar telas como toallas sanitarias. A los 10 años, fue a vivir con su tía debido a las «muchas necesidades» en casa, a menudo sin comida ni dinero. Sin embargo, la ausencia no era extrañada porque no había con qué comparar.
A los 14 años, inspirada por Lucy Molinar, una referente de tez morena en televisión, Key Lewis adoptó lo que llamó «el evangelio de Lucim Molinar»: la idea de que «estudiar sacaba de pobre». Con solo 5 años, ya sabía leer y escribir y fue inscrita en primer grado. Se graduó de sexto año con honores del Instituto Comercial de Colón, el «Guardia Vega», a los 17 años, a pesar de las carencias. Vendió «goantú» (rifas) con una amiga para comprar uniformes, un reflejo de su determinación. Su primer salario, trabajando en el Super Extra de la Radial en la capital, lo usó para comprar una cadena de oro, un deseo de niña, y lloró de gratitud. Este incidente le enseñó que Dios escucha todas las oraciones, ya sea por una cadena de oro, un viaje a Disney o la sanidad de un hijo, pues tiene poder para suplir «lo sencillo y también lo complejo».
Su mayor oscuridad, la «mayor aflicción de espíritu,» se dio por una «baja estima» y ser «almática», sintiendo que nadie la quería ni le importaba. La disfunción familiar y la ausencia de su madre, su persona más amada, marcaron profundamente su niñez, especialmente un «cumpleaños oscuro y terrible» a los 16 años sin la llamada de su mamá. A pesar de los desafíos y la dureza de su padre, supo «romper esa cadena» generacional de embarazos precoces y se convirtió en la primera de su casa en graduarse sin un embarazo.
Un encuentro sobrenatural a los 11 años, cuando robó baterías para un GameCube y un «ángel» (una mujer que nunca volvió a ver) pagó diez veces el valor de lo robado, la llevó a prometerle a Dios que le serviría si la libraba de ir presa. Esta experiencia, sumada a la profunda conversación con la hermana de su amiga Yara, quien «proféticamente» le habló de cosas que solo ella sabía y de los planes de Dios para usarla con poder, fue el punto de inflexión. Aunque aceptó a Cristo, la transición no fue fácil, pero el vacío que experimentó en una discoteca después de la oración la convenció de que necesitaba más de esa presencia.
La Autoridad y el Llamado Apostólico
Para Key Lewis, la palabra «apóstol» en su contexto griego original significa «comandante en jefe, capitán de batalla, líder de ejército». También implica ser «enviado» y poseer una «autoridad espiritual» e «influencia global». Ella se define en esta temporada con una «asignación apostólica», la cual se añade a su llamado evangelístico y pastoral, pues Dios «te va añadiendo autoridad». Esta autoridad y función «no se estudia» en una universidad, sino que «viene del Señor» y se recibe «por gracia».
Su ministerio ha experimentado un crecimiento exponencial, habiendo visitado 19 países en 3 años. En junio de 2023, en Florida, recibió una palabra profética: «Saliste de Panamá como pastora, pero regresas como apóstol. Dios extiende tu manto y extiende tu autoridad». Esta nueva unción se manifiesta en una «mayor autoridad» y «mayor influencia» en su predicación.
Dios en el Centro: Matrimonio, Familia y Prioridades
Key Lewis hace una clara distinción entre matrimonio y familia. El matrimonio comienza con dos y termina con dos, y la familia (los hijos) se «agregan al matrimonio». Según la Biblia, el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, convirtiéndose en «una sola carne». Esta «ligadura de alma» y la intimidad sexual (el «yugo») son tan profundas que incluso pueden hacer que las parejas se parezcan físicamente con el tiempo.
Para ella, la prioridad es clara: Dios es el fundamento de todo, y sobre este fundamento se erige el matrimonio. Un «cordón de tres dobleces» (tú, tu cónyuge y Dios) «no se rompe». Si el matrimonio se rompe, todo lo construido sobre él —hijos, empresas, negocios— «se va para la porra». Por eso, «lo más importante es proteger el matrimonio». De hecho, el 90% de los problemas emocionales de las personas tienen que ver con «paternidad», con heridas del pasado que se repiten generacionalmente.
Aunque en un matrimonio ambos deben cuidar la relación, Key Lewis subraya que «Dios no le arregla el marido a nadie», y que la esposa debe cuidar a su esposo. La mujer casada tiene «cuidado de las cosas del mundo», mientras que la soltera tiene «cuidado de las cosas de Dios», lo que significa que las prioridades de una mujer de Dios están «divididas» entre su relación con Dios y su esposo. Esto no es «ni bueno ni malo», pero puede generar «aflicción de espíritu». El matrimonio es una relación de «cuerpo y alma» que «no trasciende», a diferencia del espíritu que sí lo hace.
Más Allá de la Religión: Una Relación con Dios
Key Lewis enfatiza que su fe no es una religión, sino una relación personal con Dios. Recuerda que, antes de su conversión, los evangélicos le daban «miedo» por sus «idiomas raros», las caídas al suelo y los gritos. Sin embargo, más tarde comprendió que estas son «reacciones espirituales» del cuerpo humano ante el «poder» de Dios, tan fuerte que no puede resistirse, similar a la reacción ante el alcohol o la ira.
Para ella, los «mandamientos de Dios no son una lista de cosas que no podemos hacer»; son, más bien, «una lista de cosas que nos preservan para que el diablo no nos coma». Son como «un letrero» que te advierte de un «barranco». Romper un mandamiento como «no adulterar» no solo afecta a la pareja, sino a los hijos y a la sociedad.
Aceptar a Dios implica un «nuevo nacimiento» del agua y del espíritu. Key Lewis busca «libertad con santidad» en su predicación, viviendo su fe de forma auténtica, sin las imposiciones de la religión. «Yo uso gorra, me subo al altar, predico con gorra, uso zapatilla», lo cual ofende al «sistema religioso evangélico» que prioriza la falda larga y el cuello alto, pero a menudo con «odios en el corazón». Para ella, «Dios cambia de adentro hacia afuera».
El Propósito y la Prosperidad: No es Malo ser Rico
Key Lewis desafía la idea de que la prosperidad económica es inherentemente mala o «mundana». Afirma que dos cosas han sido «satanizadas»: el sexo y el dinero. Sin embargo, el sexo es «la mente de Dios», y Él es el «dueño del oro y de la plata». La religión a menudo asocia a Dios con la pobreza, la miseria y la «limosna», pero «Dios no es pobre». La «humildad no tiene que ver con cosas materiales» sino con el «carácter».
Ella define la riqueza como «presencia de todo bien» y la pobreza como «ausencia de todo bien». Tener dinero es parte de ser rico, pero no es lo único; tener familia, amigos, salud y, sobre todo, a Jesús, te hace «millonario». «El mismo Dios que salva es el mismo Dios que prospera», y Él «da poder para hacer la riqueza».
Key Lewis explica las «4 P de la bendición de Dios«:
1. Producir: Trabajar, pero no es lo mismo que prosperar.
2. Prosperar: Multiplicarse, expandirse, crecer, avanzar. Ella, por ejemplo, se ha mudado seis veces en 19 años de matrimonio como parte de un proceso de prosperidad.
3. Proteger (o Preservar): Que lo producido y prosperado no se pierda. «Un error, una mala decisión te puede hacer perder lo que construiste». Dios cerca y protege a sus hijos.
4. Prolongar: Que la bendición trascienda a las generaciones futuras, dejando «herencia a tus hijos» y no deudas.
El verdadero valor de la vida, según Key Lewis, no es la vida misma, sino el «propósito». «Dios creó la vida para que cumpla el propósito». Descubrir el propósito da «razón para luchar, para levantarse». Su propósito se reveló al aceptar a Jesús, y el proceso de Dios es la única forma de alcanzarlo.
El Poder de la Sabiduría y el Servicio
Key Lewis atribuye su particular forma de dar la palabra y el conocimiento a un don y espíritu de sabiduría «sobrenatural», prometido por Dios cuando tenía 19 años. La sabiduría es «conocimiento revelado para vivir bien», más allá de la inteligencia. Un «hombre sabio nunca engañaría a una mujer de valor».
Finalmente, el propósito más grande de una persona siempre estará reservado con servir a alguien más. «La gente que sirve es grande». El servicio no solo glorifica a Dios, sino que le da sentido a la vida y permite dejar un legado. Su deseo es que su lápida diga: «Aquella que caminó con Dios».
Conclusión: Un Llamado a la Transformación
El testimonio de la Pastora Key Lewis es un faro de esperanza y una invitación a la introspección. Nos insta a mirar más allá de las apariencias y las doctrinas rígidas para encontrar una conexión auténtica con el Creador. Su historia, marcada por la superación de la pobreza, la disfunción familiar y la búsqueda de un propósito, culmina en una vida dedicada a empoderar a otros.
Al poner a Dios primero, buscar nuestro propósito, entender que la prosperidad es integral y vivir una relación genuina con Él, podemos, como Key Lewis, no solo transformar nuestras propias vidas, sino también impactar a generaciones enteras. «En Dios no se pierde, solo se aprende», y su vida es la prueba viviente de que, con Él, todo es posible. La iglesia, para ella, no es un lugar de perfección, sino una «clínica» para el alma, un espacio para alimentarse de la palabra de Dios y llenar ese vacío que ninguna otra cosa puede.
