Culto Racional y Gracia Ilimitada: La Catedral del Evangelio según Romanos 12:1
El libro de Romanos es considerado por muchos teólogos la catedral del evangelio debido a los profundos puntos teológicos que implifica el apóstol Pablo. Es un fundamento sólido, pues Pablo, el «perito arquitecto,» entendió que no se podía construir sin tener a Cristo Jesús como único fundamento.
En su carta, Pablo aborda temas cruciales, desde la justificación por medio de Cristo y la gracia, la guerra entre la carne y el espíritu, hasta la predestinación. Sin embargo, el capítulo 12 marca un equilibrio en toda la carta, donde el apóstol apela a las «misericordias de Dios».
Este es el núcleo del mensaje de Romanos 12:1: «Por consiguiente hermanos os ruego por la misericordia de Dios que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo santo y agradable a Dios que es vuestro culto racional». Este verso establece los pilares de cómo debe operar la fe del creyente: a través de la gracia y el entendimiento consciente.
La Gracia: El Factor que Desbarata el Orgullo.
Pablo apela a la misericordia y la gracia para iniciar su llamado. Esto es fundamental, pues el apóstol primero define la lucha constante del creyente en Romanos 7, donde expresa: «Miserable de mí». Aunque la mente desea obedecer la ley de Dios, el cuerpo obedece la ley del pecado.
La esperanza reside en Jesucristo, lo que nos lleva a comprender la gracia. El Pastor Bell enfatiza que nuestra presencia y nuestras bendiciones no son resultado de nuestro esfuerzo, ayuno, o los años que llevamos en el evangelio; es un asunto de gracia. La gracia se define como «lo que no merecía».
De hecho, la gracia no solo da vida, sino que la gracia también mata: mata el orgullo. Dios se asegura de que no sea nuestra capacidad la que se lleve el mérito de lo que sucede con nosotros. Por eso, Pablo desbarata cualquier argumento de autosuficiencia, recordándonos que la casa, el dinero, la unción, la esposa y las iglesias que tenemos, se llaman gracia.
Juan se une a este mensaje declarando que «de su plenitud tomamos todo y gracia sobre gracia». No debemos limitar a Dios, quedándonos solo en la gracia de la salvación, cuando Él quiere darnos la gracia de las riquezas o la gracia de los dones.
El Culto Racional: Un Sacrificio Vivo y Consciente.
El segundo pilar de Romanos 12:1 es la exigencia de un «culto racional». Para entender esto, es necesario ir al Antiguo Testamento (Levítico).
En el Antiguo Testamento, el animal que se llevaba para el sacrificio era irracional; no tenía lógica, prudencia, ni entendimiento. Ahora, en el Nuevo Testamento, Dios busca algo diferente: «Yo quiero un culto de animales conscientes».
La palabra «racional» implica algo lógico, que tiene que ver con prudencia y entendimiento. El creyente, consciente de lo que Dios ha hecho por él, ahora tiene entendimiento. Este es un culto que se ofrece con la mente.
El sacrificio debe ser vivo. El animal no podía estar muerto, debía venir vivo. Esto significa que el creyente debe traer su vida, con todos sus problemas vivos: la depresión, el orgullo, la mentira, la arrogancia, y ofrecerlos a Dios. Alabar a Dios con el cáncer o la diabetes es provocar avivamiento, es ofrecer el fuego.
El creyente consciente es el que sabe a dónde lo sacó Dios. Un adorador consciente camina como una alabanza viva, alabando al Señor cuando se baña, cuando se acuesta, o cuando sale de casa.
La Ofrenda y el Nivel de la Revelación.
Finalmente, el sacrificio vivo se conecta con el concepto de la ofrenda. El tamaño de la ofrenda está intrínsecamente ligado al tamaño de la revelación que se ha recibido.
En el Antiguo Testamento, Dios pedía la ofrenda específica (un toro, un palomino). Jesús confrontó esta realidad con el joven rico, probando si realmente había cumplido los mandamientos al pedirle que vendiera todo y lo repartiera a los pobres. Hay personas que buscan gloria, fuego, o humo sin sacrificio.
Cuando Dios pide una ofrenda, es porque ya ha dado una primero: entregó la gracia. La ofrenda no es solo dinero, es un acto de honra que libera decretos y anticipa lo que Dios va a hacer mañana. Si tienes revelación, sabes para dónde vas y qué vas a alcanzar.
El sello de nuestra fe es que la tumba está vacía. Alabar a Dios es una libertad que tenemos en el Espíritu, pues Él habita en medio de la alabanza de su pueblo.
