¿Cómo Vivir en los Planes de Dios? Tres Filtros para Planear
Todos tenemos planes: qué cenaremos, dónde pasaremos la Navidad, o incluso visiones a largo plazo sobre casarse o tener hijos. La capacidad de planear y soñar es algo que Dios nos ha dado a los humanos.
Sin embargo, uno planea aquí, pero al fin del día lo que va a pasar es lo que Dios determina que va a pasar. La gran diferencia es si estamos planeando con Dios o si simplemente estamos usando a Dios como una garantía en nuestros propios planes.
Para asegurar que estás planeando con Dios, te compartimos tres filtros cruciales para aplicar a tus sueños y propósitos:
Filtro 1: Las Motivaciones del Corazón (Proverbios 16:2)
Este es el filtro más crucial: debes preguntarte ¿cuáles son las motivaciones detrás de este plan?.
Puede que dos personas tengan el mismo plan, por ejemplo, empezar una empresa, pero sus motivaciones son distintas. Esteban puede querer iniciarla para honrar a Dios y generar recursos de manera genuina, mientras que Martín puede quererla por dinero y recursos para sí mismo, aunque se diga lo contrario.
Dios no ve solo tu plan; Dios ve la motivación del corazón detrás de tu plan. El Señor «sondea los espíritus» y hace un rayo X a tu corazón. Si la motivación está contaminada (por ejemplo, querer una pareja solo por la presión social o para «descargar las hormonas»), automáticamente el plan está contaminado, aunque el plan en sí sea bueno (como casarse).
El Sub-Filtro: Escuchar Consejos
Cuando un plan nace de una motivación contaminada, usualmente no queremos escuchar consejos. Proverbios 12:15 dice que «el camino del necio es recto ante sus propios ojos, pero el que escucha consejos es sabio». Si te cierras a las perspectivas de personas que amas y respetas, es muy probable que la intención no nazca de un buen corazón.
Filtro 2: ¿Cómo Reacciono Cuando Mis Planes No Resultan?
El segundo filtro es observar cómo reaccionas cuando planeaste algo y no se dio como pensabas.
La vida nos enseña que muchos de nuestros planes no van a terminar como uno planeó. Esto sucede porque Dios a veces permite que nuestros planes se desvíen para sacar cosas que no nos damos cuenta que tenemos en el corazón. Una mala reacción, como la frustración o el deseo de «pelear con Dios,» revela que el corazón detrás del plan no estaba completamente sanado.
La historia de Jonás es un ejemplo perfecto: Jonás quería que Dios destruyera Nínive. Cuando no sucedió, se frustró tanto que deseaba morir, incluso por algo tan pequeño como la muerte de una planta que le daba sombra. Cuando un plan grande falla, la frustración puede hacerse presente incluso por «cualquier cosita pequeña» que pase después.
Debemos recordar que «la mente del hombre planea su camino, pero el Señor dirige sus pasos» (Proverbios 16:9). Sus caminos y pensamientos son más altos que los nuestros (Isaías 55:8-9).
Filtro 3: Encomienda al Señor Tus Planes
Entonces, ¿para qué planear si al final del día se hace lo que Él quiere? La clave es el encomendar.
Encomendar tus planes a Dios no es simplemente orar para que Él bendiga lo que tú ya decidiste. Es entregar el libro de planes abierto a Dios y decirle: «¿Hay algo que quieras cambiar? ¿Hay una página que quieras arrancar de mi vida?».
La palabra hebrea para encomendar (galal) significa hacer rodar. Nuestros planes a menudo se convierten en una gran pelota de piedra, una carga que genera ansiedad si no se cumplen. El llamado es: «Haz rodar tus planes sobre mí y camina tranquilo». Al hacer esto, «tus propósitos se afianzarán» (Proverbios 16:3).
Esta dependencia nos recuerda que debemos vivir diciendo: «Si el Señor quiere, viajaremos y haremos esto y aquello» (Santiago 4:15), lo cual refleja una dependencia genuina en Su voluntad.
Dios escribe la mejor historia. Sus planes para ti siempre son de bienestar y no de calamidad, para darte un futuro y una esperanza (Jeremías 29:11). Él es poderoso para hacer mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos (Efesios 3:20).
Si estás cansado y cargado por el peso de tus planes, Jesús te ofrece descanso. Hoy, rueda esa piedra.
