¿Cómo Encontrar Gozo en Tiempos Difíciles? El Secreto de Aceptar Tu Porción
¿Alguna vez te has enfrentado a una situación que se escapa de tu control?. Un diagnóstico inesperado, una expectativa no cumplida, un dolor que parece no tener fin. En esos momentos, la ansiedad puede hundirnos y robarnos la capacidad de ver la vida con gozo. La pregunta que todos nos hacemos es: «¿Qué hacemos con esas cosas que ya no podemos cambiar?». En el podcast «Volviendo a la Esencia», exploramos una respuesta que puede transformar nuestra perspectiva: la aceptación de la soberanía de Dios.
Tu Porción: Una Herencia Hermosa
La escritora y misionera Elisabeth Elliot, una mujer que enfrentó pérdidas inimaginables, basó gran parte de su vida en el principio del Salmo 16:5-6: «Tú, Señor, eres mi herencia y mi copa; Tú eres quien ha afirmado mi porción». La idea es que a cada uno de nosotros se nos ha asignado una «porción» en la vida, un camino con sus propias alegrías y desafíos. Tenemos dos maneras de vivir: rechazar nuestra porción, comparándonos constantemente con otros, o aceptarla.
Una pareja recién casada recibió la noticia de que el esposo padecía una enfermedad degenerativa y moriría. En lugar de amargarse, decidieron vivir felices cada día que tuvieran juntos, y disfrutaron de 25 años de matrimonio. Ellos eligieron qué hacer con el diagnóstico que tenían sobre la mesa. Como escribió la famosa poeta Amy Carmichael: «En la aceptación se encuentra la paz».
El Peligro de las Expectativas y el Poder de la Oración.
Muchas veces, lo que nos roba la paz no es la circunstancia en sí, sino nuestras propias expectativas no cumplidas. Andrea, una de las anfitrionas del podcast, compartió su ansiedad cuando su segunda hija no nacía en la fecha que ella esperaba. Se sentía desesperada y sentía que algo andaba mal, hasta que entendió que Dios le pedía aceptar Sus tiempos.
Sin embargo, aceptar no significa resignarse pasivamente o negar la realidad. Negar un problema es dañino porque no le damos lugar a Dios para que obre. El primer paso ante una dificultad, especialmente una enfermedad, debe ser siempre acudir a Dios en oración. Hay que llevar ese diagnóstico a los pies de Cristo, creyendo por un milagro.
Sebas, el otro anfitrión, vivió esto en carne propia. A los 15 años fue diagnosticado con una grave enfermedad en la cadera que le impedía caminar. Aunque el diagnóstico era desolador, aprendió a llevárselo a Dios y fue sanado milagrosamente sin necesidad de cirugía. Años después, ante un problema en su mandíbula, volvió a orar, pero esta vez la sanidad vino a través de una operación. La lección es clara: ora y cree, pero si el milagro no ocurre como esperas, entra en un momento de aceptación y confianza en Dios.
De la Queja a la Alabanza: Una Confianza Radical.
Llegar a este nivel de confianza requiere una profunda madurez espiritual. Es poder decir, como el autor del himno «Estoy bien con mi Dios» (It is Well with My Soul), quien escribió esas palabras tras perder a su hijo, esposa e hija en un corto período: «Cual sea mi suerte, me has enseñado a decir: está bien con mi alma».
Esta es la misma actitud que tuvo el rey David. A pesar de que su vida no fue fácil, con persecuciones y traiciones familiares, pudo declarar: «En verdad es hermosa la herencia que me ha tocado». Él tomó la decisión de cambiar la queja por la alabanza y la adoración, incluso en las noches de insomnio.
El Secreto Definitivo: Cristo en Ti
Al final, el secreto para encontrar gozo no es cambiar nuestras circunstancias, sino a quién tenemos con nosotros en medio de ellas. La verdadera diferencia la marca tener a Cristo en nuestro interior.
No importa si estás en una temporada caótica con niños pequeños o en una casa silenciosa y vacía; en cada etapa podemos bendecir al Señor. Él nos recuerda que nunca nos dará una prueba que no podamos soportar y que, al pasar por el valle de sombra y de muerte, Él estará con nosotros. Su vara y su cayado nos infundirán aliento.
La porción que te ha tocado vivir, sea fácil o difícil, viene con la fuerza de Dios para que puedas atravesarla. Porque el secreto no es la ausencia de problemas, sino la presencia de Jesús, nuestra porción.
