Barnahus Uruguay: Un Faro Hacia la Protección Integral de la Niñez
La violencia contra niños, niñas y adolescentes es una grave problemática en Uruguay. Las cifras de 2024 son alarmantes: el Sistema Integral de Protección a la Infancia y a la Adolescencia contra la Violencia (Sipiav) intervino en 8.924 situaciones de violencia, de las cuales el 22% (1.963 casos) correspondieron a episodios de abuso y explotación sexual infantil y adolescente. Esto significa que, en promedio, se registran cinco casos de violencia sexual infantil al día en el país. Estas estadísticas no solo reflejan la magnitud del problema, sino que también ponen de manifiesto las «deudas que tiene el Estado con la protección, la reparación y la atención integral de las y los sobrevivientes».
Frente a esta realidad, Uruguay está explorando un nuevo enfoque: el modelo Barnahus, un concepto que ya ha demostrado su efectividad en Europa. Este modelo busca un cambio de paradigma para mejorar la calidad de la atención y reducir la revictimización de las víctimas durante su tránsito por el sistema de justicia
¿Qué es el Modelo Barnahus y Por Qué es Esencial?
«Barnahus» es una palabra islandesa que significa «casa de los niños y las niñas». Como su nombre lo indica, este modelo se originó en Islandia y propone una «atención integral donde todos los departamentos que intervienen en un caso de abuso sexual infantil se coordinan y trabajan bajo el mismo techo para atender al niño o niña víctima».
La esencia de Barnahus radica en su enfoque centrado en el niño. A diferencia de los sistemas tradicionales donde los niños deben desplazarse entre diversas instituciones (policía, hospitales, juzgados) y repetir su traumática historia múltiples veces, Barnahus busca evitar este «peregrinaje».
Sus características clave incluyen:
• Un entorno amigable: Las casas Barnahus están diseñadas para ser espacios seguros y confortables, lejos de la frialdad de comisarías y hospitales, con decoración adaptada a la edad de los niños.
• Profesionales especializados: Cuentan con equipos especializados en victimología infantil, garantizando una atención sensible y adecuada.
• Atención integral bajo un mismo techo: Esto es fundamental. En un solo lugar, el niño puede recibir atención médica, psicológica, tomar su declaración policial o judicial, y ser evaluado por expertos forenses. Esto «minimiza la revictimización» y el impacto psicológico que el proceso puede tener en ellos.
La efectividad de Barnahus está «basada en la evidencia». Múltiples estudios empíricos han demostrado que este modelo no solo ayuda a «reducir la victimización secundaria» —el daño adicional causado por el propio sistema— sino que también «mejora el trato hacia el niño y su familia». Además, contribuye a «combatir la impunidad» al lograr un aumento de las condenas, en parte porque mejora los procesos probatorios, algo crucial en casos de violencia sexual donde las pruebas suelen ser difíciles de obtener.
Los Pasos de Uruguay Hacia Barnahus
La asociación civil El Paso ha sido una voz activa en la reivindicación de la implementación de Barnahus en Uruguay desde hace años. Con el cambio de gobierno, se ha abierto una ventana de oportunidad para concretar este avance.
El interés de las autoridades es tangible. En abril, la ministra de Salud Pública, Cristina Lustemberg, ya hablaba de la necesidad de «ir por nuevos modelos de abordaje» para evitar las «instancias de revictimización muy fuertes». A mediados de junio, una delegación interinstitucional de alto nivel —incluyendo a la presidenta del INAU, Claudia Romero; la coordinadora del Programa Niñez del MSP, Marie Boulay; una ministra del Tribunal de Apelaciones de Familia de la Suprema Corte de Justicia; y representantes de El Paso— viajó a Cataluña, España, para conocer de primera mano el funcionamiento de las casas Barnahus en Granollers y Tarragona.
La elección de Cataluña se debió no solo a la facilidad idiomática, sino también a su éxito en instalar 13 centros en solo dos años. Durante la visita, la delegación conoció los desafíos y acciones necesarias para la implementación, incluyendo la articulación entre organismos y la búsqueda de condiciones locativas adecuadas que cumplan con los «estándares requeridos para que se pueda denominar ‘casa Barnahus’».
¿Cómo Funcionaría Barnahus en Uruguay? Aprendiendo de Cataluña
El modelo catalán, que Uruguay estudia como «faro», ofrece una visión clara de cómo opera Barnahus. La gestión de estas casas a menudo implica «procesos licitatorios» y cogestión con organizaciones de la sociedad civil, que contratan al equipo base.
Este equipo base está compuesto por una persona en la coordinación, dos duplas de trabajadores sociales y psicólogos, y dos personas en el área administrativa. Ellos son los primeros en tener contacto con los niños y sus familias, y definen la estrategia de intervención. A medida que el caso avanza, se convocan a otros profesionales según la necesidad, como pediatras, ginecólogos, médicos forenses o psiquiatras.
Un aspecto innovador es que el modelo catalán prevé que organismos del Estado envíen personal para trabajar en la casa Barnahus, como policías para recibir denuncias, defensores públicos y jueces, aunque este personal no es permanente, sino que se convoca según el caso.
Las vías de llegada a una casa Barnahus son institucionales. Se difunde una «ficha protocolo» en la localidad a centros educativos, permitiendo que maestros o docentes realicen derivaciones ante una sospecha o un relato de situación. También se puede acceder a través del sistema de salud. La clave es la «articulación entre la casa y los distintos posibles organismos derivantes».
Una vez en la casa, la denuncia puede realizarse «en forma presencial o a partir de un sistema que es como un tipo de cámara Gesell, pero remota», lo que permite que el proceso probatorio quede grabado y sirva como prueba para un posible juicio posterior. Esto es fundamental para evitar que el niño tenga que repetir su historia en múltiples ocasiones.
El Camino a Seguir y las Expectativas
La presidenta del INAU, Claudia Romero, considera el viaje a Cataluña «muy fructífero» y valora la estrategia Barnahus como «francamente positiva». Si bien el modelo es un «faro hacia donde tenemos que ir», la primera fase en Uruguay implica un «diagnóstico de la situación de violencia sexual» y un «mapeo de la respuesta que damos como Estado». A partir de ahí, se evaluará si el modelo es aplicable de forma «estricta» o si requiere una «lógica nacional», optimizando los recursos ya existentes.
El siguiente paso es la creación de un grupo de trabajo interinstitucional para definir cómo inspirarse en este modelo y responder mejor. Además, el Programa de Género, Sexualidad y Salud Reproductiva de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República está realizando una investigación académica para analizar la viabilidad de Barnahus en Uruguay, aportando «información fiable y conocimiento basado en la evidencia».
El Paso, la asociación civil que ha impulsado esta iniciativa, mantiene «expectativas» de que se logren avances significativos durante este quinquenio. Insisten en la necesidad de «profesionalización y una capacitación muy específica» para los equipos, y buscan promover ciclos de formación y actividades para visibilizar el tema.
La implementación de Barnahus en Uruguay representa una oportunidad histórica para saldar deudas con la infancia y adolescencia, garantizando su protección, reduciendo su sufrimiento y combatiendo la impunidad. Es un paso crucial para asegurar que la voz de los niños sea escuchada y que su bienestar sea la verdadera prioridad
